La participación infantil significa incorporar a la población infantil y adolescente en las reflexiones y aportaciones sobre todo aquello que les afecta, para mejorar la situación de los lugares, espacios, núcleos familiares, centros, municipios, etc. en los que se desarrollan como personas. Supone darles voz y tener en cuenta sus opiniones, desde una perspectiva de derechos. E, inevitablemente, supone un gran aprendizaje, no solo para los chicos y chicas, sino para todas las personas que se involucran en ella. Los chicos y chicas aprenden a participar participando; las personas adultas aprenden a establecer conversaciones con ellos y ellas para incorporar una perspectiva diferente del mundo, en la que las cosas se miran desde otra altura, más a ras de suelo, de una forma mucho más sencilla, creativa e innovadora.

Evidentemente existen diferentes claves que hacen real, posible y efectiva la participación infantil. Ahora bien, la clave de las claves, la clave de la que derivan todas las demás, es una muy sencilla: “tomarse la participación infantil en serio”. Es decir, la participación infantil no es dedicar un día al año a la infancia y sus derechos, ni colocar carteles ni medallas, ni debe servir para salir en la foto. Esto solo es folklore. La participación infantil es mucho más seria; es un derecho, es voluntad, son recursos, son resultados, …, es un proceso.

Y una vez que nos la tomamos en serio, algunas de las claves que ayudan a desarrollarla (pensando fundamentalmente en la participación en el ámbito local a través de órganos de participación estable) son las siguientes:

  1. Apoyo e implicación tanto del nivel  político como del técnico (de un ayuntamiento o administración local) y coherencia entre los dos niveles. 

El nivel político debe establecer las políticas públicas que la hagan posible y garantizar los medios. El nivel técnico (especializado) debe facilitar y acompañar a la población infantil en sus procesos. Esto aporta estabilidad y coherencia y hace sostenible la participación infantil en el tiempo, minimizando (no eliminando) dificultades y riesgos.

Cuando no existe esta coherencia o estabilidad, las situaciones que se dan pueden ser diversas. Algunos ejemplos: (1) la falta de personal técnico es asumida directamente por el personal político más implicado y convencido mientras está ocupando el cargo, pero ¿qué pasa cuando éste termina?; (2) la falta de liderazgo y perspectiva política, lleva al personal técnico a asumir situaciones que suponen un desgaste y coste excesivo para los pobres resultados que se obtienen.

  1. Cuidar el proceso de selección de l@s representantes de los órganos de participación infantil.

A la hora de formar los Consejos de Infancia (u otros órganos) tiene que garantizarse la voluntariedad, la igualdad de oportunidades y tender hacia la paridad.

Lo más oportuno y habitual es realizar esta selección a través de los centros escolares, porque es donde se encuentra toda (o casi toda) la población infantil de un municipio. Y, aunque no sea muy habitual, es necesario no caer en la tentación de seleccionar a los chicos y chicas con más habilidad para hablar en público y con más capacidad de liderazgo. Es imprescindible que se ofrezcan voluntariamente desde el interés, tengan las habilidades que tengan y, después, a través de un sorteo formar el grupo, habiendo establecido previamente criterios de edad, género, centro escolar, etc.

  1. Fomentar el conocimiento de la realidad y reflexionar sobre ella, para que la población infantil pueda proponer ideas propias.

Continuamente recurrimos a la afirmación de que la participación supone “dar voz”. Pues bien, tener voz conlleva “tener opinión” y, para ello, es necesario “tener información”, se trate de población infantil y adolescente o se trate de población adulta.

Desde hace años la tecnología ofrece una ventana al mundo que permite asomarse a otras realidades, investigar, hacer búsquedas, conectar ideas, fomentando la creatividad y abriendo la mente. Los órganos de participación tienen que fomentar esta conectividad con otros lugares, no para copiar y repetir lo que ya se hace (que también), sino para que sirva de inspiración del pensamiento colectivo.

  1. Recoger e incorporar sus propuestas y opiniones, y, si no es posible incorporarlas, explicar los motivos.

Al igual que en los procesos de participación ciudadana adulta, el resultado obtenido, las propuestas finales, deberían tenerse en cuenta, es decir, los procesos deberían ser vinculantes. Y si no, es preferible y mucho más honesto, no llevarlos a cabo. Para dar cuenta de esto existe “el retorno” de los procesos de participación, en el que se explican las razones objetivas que han impedido incorporar las aportaciones. Dichas razones tienen que ver normalmente con los límites de la participación (la normativa vigente, las competencias de quien promueve el proceso, el presupuesto disponible, etc.).

Es necesario huir de la idea de que las propuestas de la población infantil son inalcanzables y, por eso, es mejor no preguntarles (quien opine así es que ha participado en pocos procesos de participación adulta).

Otra idea equivocada es que solo pueden opinar de temas muy concretos relacionados con “cosas de niñ@s”. Pero “todo es cosa de niñ@s”, solo hay que adaptar la manera de preguntar, crear espacios que hagan posible la escucha, priorizando los asuntos que a ellos y ellas les interesan y evitando “imponer” temas.

  1. Atención tanto a la tarea que se tiene que realizar, como a la relación grupal (clima, relaciones, vínculos, …).

Es importante priorizar el proceso frente al resultado, cuidando el ambiente que se genera en el grupo y las relaciones que se establecen. Lo contrario puede conllevar desmotivación entre el grupo de chicos y chicas y desconfianza hacia la persona adulta (técnica) que les acompaña.

En este sentido, es necesario atender las diferencias que se dan en el grupo, en concreto las diferentes edades que confluyen en un Consejo de Infancia y Adolescencia, porque requieren distinta metodología de trabajo (normas, tiempos, instrucciones claras, materiales pedagógicos adecuados, dinámicas grupales, combinar reflexión/acción, diversión, etc.), lo que puede suponer, según el número, desdoblar grupos, diferentes espacios, más personal, etc.

También es conveniente en relación con esta atención al grupo, dotarse de un espacio con el que se puedan identificar y que reúna las condiciones necesarias, tanto para la actividad como para el propio grupo.

  1. Información clara y adecuada sobre los procesos a desarrollar y sus objetivos, a todo el mapa de actores y/o personas implicadas, adaptando el lenguaje para que todo el mundo entienda.

Trasladar información sobre un proceso requiere tener ideas muy claras sobre el mismo. Es decir, requiere haberlo planificado, conocer en qué va a consistir y qué se pretende con él.

Con esto podemos conseguir un doble objetivo, en función de hacia dónde se dirija la información.

Por un lado, es necesario informar con claridad para que todas las partes implicadas (población infantil, familias, centros escolares, responsables políticos, etc.) entiendan y generen las mismas expectativas respecto al proceso, a las tareas, al funcionamiento del grupo, a los objetivos, a los tiempos, …, evitando posibles conflictos o frustraciones futuras.

Por otro, es necesario dar visibilidad hacia el exterior de lo que se hace, dándole la importancia que tiene en un municipio que un grupo de chicos y chicas de diferentes edades reflexionen y contribuyan a construir entornos más saludables y respetuosos con todas las personas. En muchos casos, es muy poca la información que se ofrece sobre los Consejos de Infancia y Adolescencia y sobre la tarea que realizan, relegándola a pequeñas menciones en las web municipales, pasando desapercibidos para la mayoría de la población.

Por otra parte, cuando se traslada información sobre lo que la propia población infantil ha propuesto, es muy importante no perder la esencia de lo que han dicho, para que se identifiquen, se sientan reconocidos y reconocidas en las palabras y asuman su protagonismo. De esta manera se fomenta la motivación de los niños y niñas, haciéndoles sentir que lo que hacen es importante.

  1. Contar con los chicos y chicas para planificar cada proceso, ejecutar las acciones y evaluarlas: implicación y corresponsabilización, diferenciando tareas y tiempos y estableciendo responsabilidades de cada parte implicada.

Esto es la PARTICIPACIÓN, de esto se trata. Solo hay una forma de corresponsabilizar: hacerles partícipes de principio a fin. Es decir, no se trata de imponer temas, ni de darles todo hecho, para que acaben haciendo y diciendo lo que las personas mayores consideran que deben hacer y decir. Se trata de que decidan sobre lo que quieren trabajar y cómo quieren hacerlo y de que, finalmente, evalúen los resultados, asumiendo tanto lo que ha ido bien como lo que se podría mejorar en próximas ocasiones.

El resultado dependerá en gran medida de cómo se haya llevado a cabo toda esta secuencia. Es decir, volvemos a priorizar “el proceso” frente “al resultado”, porque es donde están las opciones y el aprendizaje, es donde se hace realidad la máxima de que “a participar se aprende participando”.

  1. Establecer objetivos claros y tangibles de cada proceso que se lleva a cabo.

Esta clave debe aplicarse a todo tipo de trabajo con población infantil y adolescente, no es exclusiva de la participación, pero es básica. Es necesario que el grupo sepa exactamente qué se pretende conseguir cuando inicia una tarea, es decir, qué se espera de ellos y ellas. La única manera de establecer un proceso y avanzar de manera segura, con pasos claros y decididos, es sabiendo adónde se va. La falta de objetivos concretos y tangibles, por el contrario, hace que se desdibuje el sentido de los procesos y aumente la desmotivación. Y, por la misma razón, también es la única manera de poder evaluar al final si se ha conseguido el resultado previsto, o no, y por qué.

Y, por supuesto, hacer seguimiento de la consecución de los objetivos e hitos establecidos, ayuda a evitar procesos que no llegan a ninguna parte. Mucho más cuando los ritmos de la Administración y de la infancia y adolescencia son tan diferentes. En muchas ocasiones, el grupo de chicos y chicas que forma parte del Consejo de infancia cuando se finaliza un proceso (por ejemplo la construcción de un parque que ayudaron a diseñar, o la aprobación de la normativa a la que hicieron sus aportaciones) es diferente del que lo inició.

  1. Utilización de herramientas adecuadas y adaptación de la metodología para la participación virtual.

Una situación como la pandemia global actual es motivo para paralizar, momentáneamente, los procesos de participación, pero no definitivamente. Ya ha pasado más de un año desde el inicio de la misma y los que no se han retomado tienen que pensar en la manera de hacerlo. Aunque, eso sí, las cosas han cambiado.

De momento, la participación se articula de manera virtual; el formato presencial tiene que esperar (no sabemos cuánto todavía). Y, aunque las herramientas virtuales permiten la participación, la reflexión conjunta, las aportaciones colectivas, etc. (adaptando la metodología, es cierto), lo que más se ha visto perjudicado son las relaciones grupales que se generan (tan importantes como explicábamos anteriormente).

A las posibles dificultades tecnológicas y/o brecha digital (conexiones que no funcionan bien, carencia de ordenadores o de móviles de alta gama, desconocimiento de algunas herramientas o plataformas, …) se une que la población infantil y adolescente está cansada de clases online, se esconde detrás de cámaras que “se encienden y apagan” continuamente (sin menoscabar su derecho a la intimidad), no pueden hacer grupos pequeños si no los envía la persona que facilita la reunión, etc. Todo esto no facilita ni la motivación ni el clima grupal, por lo que el esfuerzo a hacer es mayor todavía. No es fácil, ni para ellos y ellas ni para las personas encargadas de facilitar y acompañar los Consejos de Infancia, pero es necesario encontrar las herramientas con las que cada grupo se sienta cómodo, para que todo lo que se había conseguido en Aragón en relación con la participación infantil en la última década, no quede reducido a algunos ejemplos heroicos. Llegará un día en que superaremos esta situación y retomaremos lo presencial, pero lo virtual perdurará como complemento y refuerzo y habremos tenido que incorporarlo.

 

Abril 2021

Mª Elena Enciso Serrano y Mª Carmen Martínez Molina

La Bezindalla S. Coop.